La dramaturgia y el teatro: ventanas de oxígeno contra la censura
Un escenario ambientado con escenografía, musicalización y con una historia que contar, puede generar grandes sensaciones. Esto, aunado a temas incómodos, debatibles e incluso cotidianos, hacen la suma perfecta para vivir una gran experiencia. Pues, la dramaturgia y el teatro son ventanas de oxígeno contra la censura.
Par de horas sentados en una butaca nos pueden hacer reflexionar, reír, pensar, llorar y entender cómo las artes escénicas son muchas veces, un reflejo histórico de nuestra sociedad.
Hoy, como cada 14 de mayo, se celebra el Día Nacional de la Dramaturgia. Por ello, el equipo de Todos Ahora contactó a Jan Thomas Mora Rujano, dramaturgo venezolano con más de 20 años de experiencia. Además de dramaturgo, es director, investigador y productor de teatro. Así como presidente del Grupo de Teatro Jóvenes Actores de Vargas y miembro fundador del Grupo de la Asociación Civil Jóvenes Actores para Caracas.
Por esto, en la entrevista se conversó sobre las artes escénicas con los objetivos de entender y descubrir la realidad del teatro venezolano. ¿Cuál es su esencia? ¿Qué hay detrás de él? ¿Cómo están las tablas en el país? Y sobre todo, ¿cómo el teatro puede vencer la censura?
-¿Cuál es la magia del teatro?
La magia del teatro es que reúne todas las otras artes. Reúne la música, las artes plásticas, la danza y la literatura, incluso viendo esta última como elemento de las artes escénicas.
En ese sentido creo que el arte teatral tiene la magia de unir las demás disciplinas artísticas y hacer que convivan, se unan, se amolden y generen un acabado perfecto en una obra teatral dentro de la representación escénica.
Esa es la gran diferencia, porque es la suma de todas las partes. Y por supuesto, con el público como ese es último elemento, cómplice y partícipe protagónico de la representación teatral.
-¿Cómo celebras el hecho de pertenecer a la dramaturgia en un día como este?
El hecho de escribir teatro es una celebración diaria. En cada minuto, en cada página, en cada momento en el que mi imaginación vuela por mundos.
Entonces, siempre será un acto de celebración que termina cuando la veo representada en el escenario, dirigida por un director, interpretada por actores, con un equipo dedicado a darle el peso tangible a lo que fue una idea, una imagen. A lo que son las palabras que, simplemente, cobran vida cuando el actor la dice.
Realmente, es todo un equipo que hace que uno como dramaturgo siempre esté celebrando que las palabras latan, que palpiten, vivan y transciendan.
-¿Cuál es la realidad de la dramaturgia en Venezuela?
La realidad de la dramaturgia varía. Siento que la dramaturgia antes de empezar esta cuarentena estaba solapada por discursos impregnados de pasado. Se habla de dramaturgia contemporánea pero se sigue trabajando con líneas de dramaturgos de finales de los años 70 o principio de los 80.
Hablan de dramaturgia contemporánea y se quedan allí, olvidando un poco lo que ha sido el desarrollo de la dramaturgia en el siglo XX y XXI que es otra historia. Que radica en otra realidad, otra onda, con variables e indicadores que hay que chequear con lupa.
Entonces podría decirse que antes de la cuarentena, e incluso hasta ahora, se vive una dramaturgia apresada. Porque realmente somos pocos los que quedamos en el oficio.
-¿Manejas cifras o datos de la situación del teatro venezolano?
Cifras a ciencia cierta no manejo. Pero hay una desaparición grande de las salas de teatros. Quedan pocas salas respirando con mascarillas de oxígeno, como Rajatabla, el Centro Cultural Trasnocho y La Caja de Fósforo, por ejemplo. Aunque esta última, al estar subsidiada por embajadas europeas y de EEUU, inclina más su teatro a esas culturas que a la venezolana.
Sin embargo, se sigue generando y produciendo teatro. Pese a los precios, y las situaciones, la gente sí estaba disfrutando de las obras teatrales, antes de la cuarentena.
-¿Qué es lo más difícil de hacer o escribir teatro?
Creo que todo va dirigido hacia el sentido del aguante y la resistencia. Estamos viviendo unos tiempos muy oscuros y difíciles en los que el hombre y la mujer que se dediquen al arte están el doblemente de sensibles y de afectados de esta realidad.
Quienes hacemos o trabajamos en el teatro somos seres que planteamos un discurso, que trabajamos con un imaginario, que estamos destinados a llevarles un mensaje al público y somos seres que trabajamos con la sensibilidad, lo que nos hace muchas veces vulnerables.
La “pela” no es de ahora, es desde que este país perdió la perspectiva, ante un desastre de estructura social que se vive, en donde la viveza puede muchas veces más que cualquier cosa.
-¿Crees que el teatro vence la censura?
Sí. Sin dudarlo, el teatro vence la censura. Yo entre el 2015-2016 me gané un premio de dramaturgia en Nueva York, con una obra de teatro que fue censurada aquí en Venezuela que trata sobre el asesinato de Robert Serra.
Yo lo conocí a él muy de cerca y por ello, me hizo sentir muy herido y sensible cuando supe de su asesinato en octubre de 2014. De allí, me decidí a escribir Consulta por Expediente, la obra que se ganó este reconocimiento en Nueva York.
A todas estas, el gobierno me pagó el pasaje y el viaje a EEUU y luego el montaje y producción completa de la obra acá en Venezuela. Yo no entendía mucho. Es decir, ellos pagaron por un texto y a un dramaturgo que estaba poniendo en tela de juicio un tema tan delicado como el asesinato de Robert Serra. Texto y obra donde digo, responsablemente, que a Robert lo mató el mismo gobierno, por ser un hombre resteado que estaba dando de qué hablar.
Yo solo me atreví, aunque cuando el gobierno vio la obra representada, me hizo pausa. Desde ahí hubo censura. Inclusive, desde ese momento, no me llamaron más para participar en ningún otro festival de teatro.
Asimismo, prohibieron que Consulta por Expediente se volviera a presentar en ningún escenario nacional. Entonces, por ejemplo, esta obra es una muestra clara de lo que es vencer la censura, aunque luego haya sido censurada.
Sin embargo, yo sigo escribiendo para transcender la represión de expresión que vivimos.
-¿Qué planes esperas que se tengan al pasar la cuarentena?
Diría que los planes del teatro que podrían venir, tienen que estar relacionados a un cambio interno. Si uno no cambia como individuo la sociedad no va a cambiar. Aquí en nuestro país hay un problema de conciencia de humanidad. El venezolano se volvió, en gran parte, en un ser insensible, por el hecho de tener que sobrevivir.
Entonces no solo en el área del teatro, sino en todas las demás, debe haber un cambio. En el maestro, en el médico, en el zapatero, en la ama de casa. Pues si no se cambia desde adentro, si no hay una revolución de cambio en ti, no se va a poder tener una transformación ni en el teatro, ni en el arte, ni en ningún oficio.
-Lo más bonito que te ha regalado el teatro
A mí me regala el aire. Yo dejo de hacer y de escribir teatro y me muero. Es mi oxígeno, es mi vía de escape, mi burbuja. Cuando escribo una página en blanco y veo que empiezan a aparecer letras, me siento vivo.
Construir mundos imaginarios, personajes que son recordados en la memoria del actor, del director y de la gente, es lo más bonito.
-¿Cómo manejas la susceptibilidad que puede generarse frente algunos temas?
El artista no puede tener esos prejuicios. El artista es artista. Al artista no debe importarle si la gente va a sentirse susceptible porque se apoyen o no ciertos temas o ciertas visiones. No puede pensar en eso porque si no, se parcializa.
Y como escritores o productores, tenemos la responsabilidad de abrir debates. De confrontar visiones. Yo no tengo prejuicios. Mi dramaturgia es dura en cuanto a los temas que planteo.
-¿Por qué hay que seguir apoyando la dramaturgia y haciendo teatro en el país?
Porque hay que seguir trabajando en Venezuela. Yo he tenido la oportunidad de visitar varios países gracias al teatro, pero siempre vuelvo. A mí me interesa mi país. Y yo creo que por eso hay que mantenerlo.
No solo el teatro, cada quien desde su trinchera, desde su escenario, su día a día. La peluquera, el mesonero, el arquitecto, el ingeniero, cada quien tiene que seguir haciendo país.
Nosotros somos los que hacemos el país y si lo dejamos, lo terminamos de perder. Por eso, hay que pensar que esto va a cambiar, que va a pasar. Lo importante es no desfallecer y seguir adelante.
Sobre Jan Thomas Mora Rujano
Este dramaturgo y apasionado del teatro nos demuestra que hay gente que sigue apostando por Venezuela. Su amor por las artes escénicas, así como su atrevimiento, lo ha posicionado como uno de los dramaturgos más conocidos del país.
Hoy, celebra este Día Nacional de la Dramaturgia con la promesa de seguir escribiendo y trabajando en el teatro. Pues, las tablas son ese oxígeno que le permite ver más allá y generar grandes obras escénicas.
Para conocer más del trabajo de Jan Thomas Mora Rujano, puedes visitar su página web www.janthomasmorarujano.com.ve o visitar su cuenta de Instagram @janthomasm